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Lo que vas a leer a continuación no es la verdad absoluta, porque no creo que existan verdades absolutas y me gusta pensar que cada quien cree lo que desea o lo que resuene en su corazón. De todas maneras, quiero compartir hoy con ustedes mi manera de ver esta hermosa vida.

Cada alma o cada ser que habita en este hermoso, abundante y amoroso planeta, tiene un propósito.

Yo tengo mi propósito, el árbol que está en la acera de en frente tiene su propósito, la comida que consumiste hoy tiene un propósito, tú tienes un propósito. Y cada ser humano, cada ser mineral, vegetal y animal, tiene un propósito que cumplir en esta Tierra, en este plano y en este espacio de tiempo.

Nuestro cuerpo, que es el estuche de nuestra alma, tiene la capacidad de hablarnos, porque el alma se comunica con nosotros a través de él y del corazón; así podemos dejarnos guiar por una voz interna que nos cuenta cómo está el cuerpo y que nos permite conectarnos con las sensaciones. Si algo hace que tu corazón y barriga chispeen de alegría, vas por buen camino; si algo te genera rigidez, malestar o tensión en tu quijada, por ejemplo, hay una alarma que se enciende y a la cual hay que prestarle atención.

Reconócete como un ser maravilloso, hecho de amor y luz infinita; reconócete reflejado en los demás, en la naturaleza y en la energía que emanas.

Todos partimos de lo mismo, sí. Entiendo que en este plano estamos divididos, que la materia nos hace diferentes y ahí entra lo hermoso de este caminar. Por eso para mí es fundamental el respeto.

Como cada uno tiene su propósito (cada uno vino a este planeta a aprender, sanar y seguir creciendo, así que cada ser de este mundo vive su propio proceso de expansión o crecimiento), nadie es superior a nadie. El que come carne no es menos que el que se alimenta sólo de plantas, el que cree en un solo dios no es menos ni más del que no cree en Dios o del que cree en varios dioses; la persona que juzga, que lastima o que tiene un ego elevado, no es más ni menos que el resto; cada quien en este planeta está experimentando su propio proceso y de ahí vendrá su aprendizaje, su crecimiento y su evolución como ser de luz.

Y no es que si ves a alguien sufriendo debas cruzarte de brazos y pensar que es lo que le toca vivir y que eso es “lo que se merece”. No, lo que debemos hacer es ser empáticos y compasivos, así que esforcémonos por hacer lo que esté en nuestras manos para ayudar y aliviar el sufrimiento ajeno.

Amor: debemos vivir en amor y compasión. No tomarnos todo como algo personal, dejar nuestro ego a un lado y ponerlo a disposición del corazón.

Trata a todos como si fueras tú, ama a todos como si fueras tú y si esto te parece un trabajo muy difícil empieza por ti mismo y trátate, en serio, con amor verdadero. Desecha tus máscaras impuestas por la sociedad, por tus creencias impuestas y sé sincero contigo mismo, sé auténtico y real frente al espejo. Deja todo lo aprendido a un lado y empieza a aprender de nuevo, desde tus ojos, desde tu corazón. Siente tu fuerza, siente tu poder, da las gracias por esta hermosa oportunidad. Perdónate, ámate, perdona a los demás y sana tus heridas, porque así como tú deseas ser feliz y vivir libre de sufrimiento, así desean vivir todos los que habitan este planeta. Expande tu luz, piensa positivo, que tus palabras sean palabras de amor, aliento y cariño y que tus brazos estén siempre abiertos a lo bonito, a la plenitud, a la abundancia y al amor.

Si esto te resuena, ¡compártelo! Si no, no pasa nada; te doy las gracias infinitamente por leerme. Y si deseas saber más, si te encanta esta manera de ver la vida, te recomiendo leer Amor, La luz de la conciencia de Lucas Cervetti, al que también puedes escuchar por Spotify o por su canal de Youtube.

Reconozco y honro lo que eres.

Reconozco y honro tu divinidad interna.

Reconozco y honro tu luz.

Te deseo un vida hermosa, feliz y en amor.

Namaste.

Milka Jourdan

 

 

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