Hoy en día es muy fácil vivir desconectados de nuestra realidad, de nuestro sentir y de nuestro cuerpo. Vivimos el día con un teléfono móvil en la mano (que se ha convertido para muchos en herramienta de trabajo), pasamos la mayor parte del día frente a una pantalla y cuando llegamos a casa deseamos relajar o despejar nuestra mente sentándonos frente al televisor.
¿Será que es más fácil vivir huyendo de lo que en realidad sucede en nuestro interior?
Como profesora de yoga, esta ciencia milenaria que nos ofrece maravillosas herramientas para conectarnos, invito a mis alumnos a que logren esa desconexión con lo externo y se conecten con su interior. El yoga nos enseña a estar en nuestro momento presente, a reconocer nuestra energía y calmar nuestra mente, a aceptar esas emociones que nos hacen sentir bien y las que nos hacen sentir incómodos.
Cada vez que mis alumnos llegan a su mat, lo que siempre les invito a hacer es a lograr esa conexión con el cuerpo, la mente, con esa energía que habita en cada uno de ellos. Empezamos con conexión mente-cuerpo, ya que siempre la mente anda dando tumbos sin descanso; por momentos está en el email que tienes que enviar, en la llamada que tiene que hacer o en la conversación que se tuvo hace una hora antes. La mente vuela del pasado al futuro, de arriba abajo, es como un mono loco que no descansa, a diferencia de nuestro cuerpo que siempre está y vive en el momento presente. Si deseas estar en tu momento presente te invito a conectar con tu respiración, a observar las sensaciones de tu cuerpo, la brisa en tu piel, los latidos de tu corazón: observar las sensaciones de tu cuerpo te ayuda a traer tu mente a tu ahora. Vamos poco a poco logrando conexión mente-cuerpo, a través de la respiración, a través de las posturas. Cuando la conexión mente-cuerpo se logra es cuando empieza la magia del yoga: con la meditación aprendemos a sentirnos, a observarnos, sin juicios, nos reconocemos de una manera amorosa y compasiva, empezamos a comprender nuestra verdadera naturaleza.
Ese amor y esa compasión que vamos dejando fluir desde nuestro interior no queda solo para nosotros, vamos expandiendo nuestra consciencia hacia todo lo que nos rodea. Se empieza a entender que formamos parte de un todo, que esa energía o prana que habita en uno es la misma energía de todo y de todos los que nos rodean y que ese amor, esa compasión, respeto y aceptación que empezamos a sentir en nuestra práctica de yoga la dirigimos hacia los demás, empezando con nuestros familiares, amigos, vecinos y hasta aquellas personas que antes no nos agradaban mucho.
El yoga nos ayuda a crear relaciones más sinceras, significativas, reales y sin apegos.
Esa consciencia o conexión la llevamos a nuestros alimentos, a la manera de nutrir nuestro cuerpo: ingerir más prana, alimentarnos de una forma más saludable para nosotros, para el planeta, siendo bondadosos con la Madre Tierra, así como lo es ella con nosotros, respetado a todos los seres vivos que en ella habitan. Es una linda forma de amar y agradecer al planeta.
El despertar de consciencia que se logra con una práctica de yoga es real y maravilloso. Me gustaría aclararles que el yoga no se hace solo en el mat; la práctica de asanas o posturas es solo una pequeña fracción del vasto universo del yoga: la práctica física nos ayuda a preparar nuestro cuerpo para la meditación. De hecho, se hace más yoga fuera que dentro del mat. El yoga es comprender que no eres tu mente ni tus emociones (mente y emociones son impermanentes), es ver y sentir que formamos parte del todo, que estamos conectados, que somos amor en acción. Es llegar a ser uno contigo, con tu energía, con el universo: es vivir en constante conexión.
Gracias por leerme, abrazos infinitos de luz.